Mi cambio laboral empezó con el sueño de tener un trabajo que me apasionara. Tener ese tipo de trabajo que te enciende y entusiasma tanto que muchas veces tenés que obligarte a cortar.
Quería resignificar el concepto de trabajo en mi vida. No verlo como obligación de lunes a viernes ni esperar al finde o después de las 18 para hacer lo que realmente quería.
Quería dejar de acumular títulos o anotarme en formaciones que me podían “servir” para seguir creciendo en mi carrera pero me resultaban aburridas y las sentía como obligación (aunque nadie me obligara a hacerlas).
Ese sueño laboral también incluía tener la libertad de elegir dónde y en qué horarios trabajar, hacer tareas significativas donde pudiera aplicar mis talentos y tener un espacio propio donde pudiera acompañar a otros en su crecimiento.
Un montón, no? Pero mejor que sea así porque creo en la frase que dice que hay que tener sueños más grandes que nuestras excusas (que también suelen ser un montón).
Aunque ese sueño también incluya desafíos, incomodidades, frustraciones y dudas, lo vuelvo a elegir una y mil veces. Vale el esfuerzo saber que estás construyendo un camino alineado a lo que querés vivir. No sólo en el futuro sino hoy mismo.
Por eso cuando veo los sueños laborales de las mujeres que se anotan en el Reto de 21 días o acompaño en sesiones, me veo reflejada. Me entusiasma ver cómo quieren animarse a más y hacerse el tiempo para repensar su forma de trabajar y tomar el protagonismo para crear la vida laboral que quieren de todo corazón.
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