En tiempos de balances de fin de año e intenciones para el próximo año, podría contarte cómo planifico mi año y cómo defino mis objetivos. También podría recomendarte más libros y videos para que te motiven a hacerlo. Pero,
¿Qué pasa cuando el ánimo no acompaña para pensar en el próximo año?
¿Qué pasa cuando tenemos el deseo de que el año que viene sea diferente, en el que podamos cumplir lo que nos proponemos, pero nos sentimos sin ganas y perdidas?
¿Qué pasa cuando nuestra mente y ánimo nos terminan convenciendo que es mejor dejarlo para más adelante?
Ni la mejor técnica de planificación y definición de objetivos sirve.
¿Por qué ni la mejor técnica de planificación y definición de objetivos sirve?
Porque podemos ponerle mucho empeño, dedicación a nuestros objetivos y planes para el año que viene pero todo se siente cuesta arriba si nuestra mente:
Nos sigue dando una batalla diciéndonos qué podemos hacer y qué no.
Nos sigue alejando de nuestras fortalezas y talento.
Nos sigue alejando de sentirnos plenas y realizadas con nuestro día a día.
Si eso sucede seguido, es momento de prestarle atención. Nuestra mente siempre va a buscar el camino más fácil. Intentará alejarnos de la incomodidad y nos dirá todas excusas posibles para postergar decisiones y acciones que sentimos que queremos tomar.
Por eso, desde mi experiencia, existe un paso previo antes de pensar en tus objetivos del próximo año.
Esto me lleva a hablarte de confianza, miedo y amor. Me gustaría hablarte de estos temas a partir de tres ejemplos. Y al final de las historias, si querés y te resuena lo que te cuento acá, te cuento una opción para que lo trabajemos juntas.
Sobre la confianza: La historia de J.K Rowling
Me gustan las historias de superación. Conocer la historia que hay detrás de cada “éxito”: cómo hicieron para lograrlo, qué obstáculos superaron y qué aprendizajes destacan de su experiencia.
Por eso para hablarte de la confianza se me vino a la mente un dato que supe hace poco sobre J.K Rowling, la autora de Harry Potter. En 1990 tuvo la idea de una escuela de magos y cinco años después terminó el primer manuscrito de su primer libro de la saga. Terminó el manuscrito teniendo una hija a cargo, sin empleo y viviendo de los subsidios del Estado. Su primer libro fue rechazado por doce editoriales hasta que un año más tarde una editorial pequeña la aceptó. En junio de 1997, la editorial publicó la primera edición. J.K. Rowling veía su libro publicado siete años después de haber tenido su idea.
Esta historia me recordó cuán necesario es continuar, a pesar de los resultados, confiando en nuestra idea, en nosotras mismas. A veces nuestros planes y objetivos no suceden en el tiempo y la forma en la que lo imaginamos. Cuando eso sucede, nos enfrentamos a la necesidad de ser más flexibles y recurrir a la autoconfianza.
Un ejercicio para trabajar tu autoconfianza
Te recomiendo un ejercicio, elegí un puntaje del 1 al 5 para responder las siguientes preguntas. Te ayudará a identificar en qué aspecto podés mejorar tu sentimiento de confianza.
1-¿Cuánto confias en tus ideas?
2-¿Cuánto confias en tus habilidades y capacidades?
3-¿Cuánto confias en las relaciones que construiste?
Por último, la siguiente pregunta es para que tengas un recordatorio de las experiencias pasadas que fortalecieron tu confianza.
4-¿Cuáles fueron las experiencias que viviste que te llenan de confianza? ¿Qué aplicaste en esas situaciones?
Igual entiendo que, a veces aún confiando en nosotras mismas y en lo que hacemos, nuestra mente nos sigue hablando y nos dice:
¿y si no funciona?
¿y si no soy lo suficientemente buena?
¿y si fracaso?
¿y qué van a decir si me va mal?
¿para qué intentarlo si hay mucha gente haciendo lo mismo?
Nuestra mente nos puede hablar mucho. Tanto que nos aturde, abruma y no hacemos nada. Detrás de esas preguntas está el miedo en todas sus formas. Esto me lleva a contarte la segunda historia.
Sobre el miedo: La historia de Jia Jiang
Para hablarte sobre el miedo quiero contarte la historia de Jia Jiang. La conocí a través de una charla TED. No quiero spoilearte toda la charla que podés ver acá pero te cuento qué destaco y cómo lo podés aplicar.
Jia Jiang notó que, a lo largo de su vida, el miedo al rechazo lo marcó y limitó para concretar muchas de sus ideas. Decía:
“No es que no lo intenté, sino porque cada vez tenía una idea nueva, que quería probar algo nuevo, — incluso en el trabajo — cuando quería proponer algo o hablar delante de un grupo de personas, sentía que había una batalla constante entre el adolescente de 14 años y el chico de 6 años, entre uno que quería conquistar el mundo, marcar la diferencia, y el otro que tenía miedo al rechazo. Y cada vez, el niño ganaba”.
Quería dejar de sentirse limitado por ese miedo. Realmente quería aprender a superarlo para que no determine lo que podía o no hacer. A partir de la idea «Tratamiento del rechazo (Rejection Therapy)» pasó 100 días en busca de rechazos; ser rechazado por algo todos los días y ver qué podía aprender de esas experiencias.
Lo usó como un experimento. Estaba abierto a aprender de esa experiencias. Aprendió a no huir si era rechazado, que podía transformar un «no» en un «sí», si se animaba a preguntar.
“En mi investigación, descubrí que los que realmente cambian el mundo, que cambian la forma de vivir y pensar, son esas personas que previamente se enfrentaron a rechazos (…) Estas personas no han permitido que el rechazo les definiera, sino que dejaron que su propia respuesta al rechazo lo haga. Y aceptaron el rechazo”
Por eso, frente a tus miedos no huyas. Considera que existen otras posibilidades al enfrentarlos que te pueden abrir a nuevas oportunidades. Te cuento más sobre cómo amigarte con los miedos en este artículo.
Cuando surgen miedos lo mejor es conectarte con lo que te genera disfrute por el simple hecho de hacerlo. Esto te conecta con el amor que es la emoción contraria al miedo.
Sobre el amor: la historia que más te inspire
Para hablar del amor no quiero contarte una historia. Te propongo que pienses en alguien que disfrute su trabajo. Una persona que, más allá de los desafíos que enfrente, se siente plena y realizados en su trabajo. Más allá que la conozcas o no, ¿qué es lo primero que se te viene a la mente de esas personas?¿qué disfruta?¿qué la distingue? ¿qué la caracteriza?
Tomate unos minutos para pensarlo. Y en el mejor de los casos, escribirlo.
Te cuento lo que yo escribiría…
Por ejemplo, a mí se me viene a la mente que las personas que disfrutan de su trabajo son quienes le encuentran un sentido mayor al trabajo que hacen cada día. Son personas que están conectadas con su creatividad y la libertad de decidir qué quieren hacer con su tiempo. Son personas que las motiva nuevas posibilidades de aprendizaje.
Este es un breve ejemplo de mi interpretación sobre la historia de una persona que disfruta su trabajo. Refleja los valores y las sensaciones que me hacen sentir bien:
-Contar con un sentido mayor.
-Conectarme con la creatividad.
-Tomar decisiones libremente sobre qué hacer con mi tiempo.
-Aprender cosas nuevas.
Y a partir de esos valores y sensaciones, puedo crear y definir acciones concretas que me hacen bien.
Porque cuando nuestro ánimo no nos acompaña es cuando más necesitamos conectarnos con lo que realmente nos gusta hacer y disfrutamos. Por eso, cuando sientas que el ánimo no te acompaña, es momento de conectar con lo que te hace bien. Sentir amor, confianza o miedo puede determinar nuestro ánimo y, en consecuencia, lo que elegimos o dejamos de hacer. No te llenes de “deberías”, elegí lo que te hace bien. Lo que sea que necesites en ese momento. Encontrar tu propio espacio y manera de hacerlo.
¿Querés pensar tus objetivos laboral descubriendo tus recursos y ritmo ideal para hacerlo?
En el siguiente link podés encontrar más información de este plan de 3 sesiones individuales en el que puedo acompañarte a reconocer y superar tus barreras internas, identificar tus propios recursos para gestionar emociones y empezar a diseñar acciones concretas.
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